jueves, 19 de marzo de 2009

LA SIESTA DEL CAMPEON

litrojverdeDe  Francis  Coral  Varezabal

¡Vamos Lobo viejo y peludo!, gritó el Loco cuando ingresó en un comedor del centro de  Reconquista.

Allí almorzaban los hinchas de Sportivo que viajaron 540 Km. desde  Las Parejas para seguir la final de la Copa de Campeones de Santa Fe .

Se abrazaron y todos empezaron a cantar en un ritual único, sentimental, eufórico y apasionado, como sólo el fútbol logra, sin importarle de qué
jerarquía se trate la competencia.

¡¡Dale Lobo!! ¡Dale Lobo!, mientras los pacúes y  dorados esperaban en los platos que terminara el recibimiento.

El Loco y su pandilla habían  llegado haciendo dedo con banderas y bombos como hinchas de pura cepa... tetrabrick como se cargaban ellos mismos.

Restablecida la calma, tras la algarabía, retornaron a sus sillas a dar cuenta de lo que quedaba del almuerzo junto con los recién  llegados que tomaban todo y comían lo que podían picotear de las mesas.

La consigna era prolongar la sobremesa en el restaurante a unas cuadras del hotel, esperando que se cumpliera el "Horario de Protección al plantel", impuesto por los dirigentes y luego acompañar el micro de los jugadores a la cancha.

La reparadora siesta para los futbolistas después del largo viaje y del riguroso verano del norte santafecino, la merienda, la charla técnica y el viaje al Estadio, completaban la planificación del Profe.

Aquella consigna, obviamente, no fue obstáculo para que el Loco se filtrara en las habitaciones del hotel y así fuera pasando por las del Chichi y el Cuchi, comprobando que la mayoría de los jugadores "minga" de siesta reparadora, que sí la cumplían a rajatabla Cococho  Lupiz, Calesita Acevedo y el arquero Manisalez. El Canuto con su walk-man, a puro rock, estaba tirado en su cama. Baldassi, Tamborcito y Galíndez leían las revistas de aventuras; el Zeta Arregui junto al Vaco y el Pito y los más pibes, jugaban a las cartas  sentados en el alfombrado pasillo del  2º piso, escuchando  suavemente a "Los Lirios" desde un descomunal equipo musical que el Tren les dejó a  su paso rumbo a la habitación de los técnicos cuando lo mandaron llamar.

La sorpresa fue al llegar a la "207" que compartían el Tren Mortero y Yastai Gámez. Vio la habitación vacía y una de las dos camas sin destender.

Supo enseguida que el Tren  Mortero  estaba en la habitación con el Profe y con el técnico; pensó: - El "Tren" los "juna" a "éstos" porque nació y jugó acá. Y efectivamente, como los conocía muy bien, el DT le pedía detalles del equipo rival.

¿Yastai? ¿Dónde carajo estaba?

Mientras culminaba su acostumbrado "ritual" precompetitivo de intercambio de saludos, amuletos, cábalas y besos con los jugadores, bajó para juntarse con sus compañeros que lo esperaban  tomando porrones sentados en  el cordón de la esquina.

Yastai era buenísimo y callado, mimado por todos, casi se puede decir extraído del monte y trasplantado a Sportivo.

En pantaloncitos y ojotas abandonó su pueblo natal y su club de origen, despidiéndose de sus familiares con un: - Me voy a jugar a la pelota.

- ¿Adónde?, le preguntaron y respondió:  - No sé, más allá de Santa Fe. Sin saber de kilómetros y localidades.

- ¿No llevás bolso?, dijeron los directivos que lo fueron a buscar por recomendación de su amigo Miguel Mortero, - No, ¿pa´ qué?, respondió, y subió con su bagaje incontaminado de candidez, inocencia y un puñado de palabras de poca fama. Todos comprendieron. Un hermano le alcanzó una camisa y partieron a Las Parejas.

El Loco no dijo nada y se fueron rumbeando para la cancha, donde se encontraban los demás simpatizantes que llegaron en Bondi .

La final ya estaba en marcha; más de 300 personas llevó Sportivo a este partido final con Platense  El Porvenir  de Reconquista.

El Loco, un poco más loco e inquieto, arengaba, gritaba, se paseaba nervioso recorriendo el alambrado desde el  medio hasta el rincón, como un juez de línea sin banderín.

Idas y vueltas interminables, a veces mirando el partido otras mirando el piso, según el desenlace de las jugadas y alentando o insultando  de acuerdo a lo que correspondía, como un león enjaulado, de un lado para el otro, sin encontrar paz.

Las alternativas del partido y la intriga de la cama del Casimiro Gámez, el hábil puntero derecho de  melena y gambetas ensortijadas y abundantes, lo preocupaban.

¿Qué habrá pasado?, pensaba, y al tiempo que pensaba, recordaba. Cuando Yastai llegó al Club, proveniente de Calchaquí, lo vio medio parecido al Araña Amuchástegui y al Negro Claudio Scalise. Una vez lo invitó a tomar  un vermouth en la Sede. -¿Y pa´qué es?, preguntó por el convite, con los ojitos  hundidos en un borbollon de  rulos  negros, con asombro y desconocimiento.

Otro recuerdo enternecedor era verlo comer asado los viernes, después de las primeras prácticas; lo hacía con fruición, paradito cerca de los parrilleros, callado como siempre, con un trozo de carne en una mano y con los dientes arrancando un bocado que acompañaba con un pedazo de pan en la otra mano.

- ¡¿Qué pasó en la pieza con Yastai?! - le gritó al Tren Mortero cuando éste llegaba al rincón a patear un córner.

- Tranquilo ... no pasó nada - le respondió mientras doblaba la rojiverde con el 11 en la espalda para acomodar el balón.

Un rato antes, el “tren Negro”, cuando todavía estaban en la habitación del hotel, le había contestado a su inseparable compañero: - Un ventilador de techo.

-¿¡Y pa´qué es!? - insistió el diestro puntero.

- Por el calor - dijo  Mortero sin darle más bola.

- ¿Y no se vuela? - repreguntó temeroso.

- Tranquilo ... no pasa nada; no se cae - alcanzó a decir Miguel ya dormido.

Pero en su inocente desconfianza no le creyó y por las dudas ...  se “vuele” el ventilador de techo, se metió  a dormir la siesta debajo de la cama.

Ya dentro de la cancha, un Loco totalmente desaforado, pletórico y despreocupado, abrazado con Mortero y Yastai Gámez, saltaban, cantaban: ¡Dale Campeón!  ¡Dale Campeón !.

Y por fin el Loco supo porqué la cama de Yastai estaba sin destender, aquella calurosa tarde en Reconquista.
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